Cuando la encontraron muerta, estaba boca abajo, dormida, sangraba por la nariz pero se la veía feliz, como si la paz se hubiese instalado en su alma para siempre, como si las orquídeas de su jardín secreto hubiesen florecido al fin.
Cuando la encontraron muerta, que fue por la tarde, a la hora de los muertos, el alma se le había volado, libre, como si no dependiera del cielo, como si supiera que la muerte es una segunda vida. Ya había hecho las paces con la vida, tenía un nuevo nombre porque el que tuvo antes se le gastó con el transcurrir de las decepciones y del tiempo que también asesina. Se la veía preciosa, muerta, lejos del mal, intocable, como siempre fue. Bendijo los ojos de todo el que la vio, su paz daba envidia, emanaba dulzura… Hizo que apreciáramos la muerte en todo su esplendor, hizo que nos acercáramos más y el miedo se asustó.
Cuando la encontraron muerta, ya se había ido, estaba a salvo, se quedó dentro de un sueño para no regresar. Podíamos escucharla cuando la leíamos y verla cuando se iba junto con las mariposas. Luego sólo quedaban reminiscencias…
No hay comentarios:
Publicar un comentario