Introducción de la Autora

En este poemario, Esperanzas Prohibidas, mi primer poemario, realizo una interpretación personal del mundo emocional circunstancial que me rodea. A través de los poemas me desligo del peso de la vergüenza, al mismo tiempo que realizo un ejercicio descriptivo en el cual pretendo realizar un seudo paralelismo. La mayor parte de los poemas son Elegías Apologéticas, descripción bajo la cual deseo conceptualizar el mensaje de los poemas, siendo que estos son un canto a la vida en sus diversos estadios teniendo como protagonista idealizada a la muerte, para reivindicarla y entenderla como la sublime culminación de la existencia material que da paso a otra forma de existencia más conocida como muerte.

Aclaro a todos los lectores que esta es una parte de mi creación literaria, con respecto a POEMARIOS, sobre lo cual respeto las opiniones de toda índole, toda la critica negativa o positiva, por lo cual no serán borrados sus comentarios.
Muchas gracias por leerme,
Lesdia.

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domingo, 3 de abril de 2011

Mis comienzos con la muerte (Cartas a Atilas)



¡No puedo escribir poemas de amor, soy tétrica, aunque lo deseo, Atilas, no puedo! ¿Y qué puedo hacer? Merezco mil azotes, merezco ser decapitada por eso y con gusto pondría mi cabeza en la guillotina. Crecí en un pandemonio, cuando era niña oraba y pedía llorando a Dios que me llevara lejos de esa tristeza infernal, le rogaba a Dios llorando, y no sé, qué pretendía él, pero aquí estoy, viva; por algún motivo Dios me dejó aquí, tal vez me olvidó o tal vez quería forjar mi hierro con el fuego del infierno. Hasta ahora me lo pregunto sin poderlo entender. Mi oración está viva, aún y sangra cada día, yo no deseo escucharla, pero allí está, viva. Mi oración que viene a mí y me tortura, rasgándome la piel un poco, allí está, viva, yo la sigo padeciendo porque aún tal vez, no lo sé, puede ser, pero yo, espero una respuesta… Mi oración empieza así: “Dios ayúdanos, por favor, has que todo se solucione…” Dicen que la oración de los niños, Dios, sí, las escucha pero ésta, no la escuchó. Yo anhelaba irme tanto con esa señora de traje negro que me miraba entre las sombras, que se alejaba, le pedía que se llevara a esa niña lejos, muy lejos, le rogaba suplicándole, ella era mi sueño más anhelado, mi fantasía más secreta, mi refugio en el dolor y mi paz ambigua.
Esa señora, aquella dama se llevaba a la niña por un camino oscuro, nunca podía ver su cara, pero con todas mis fuerzas quería seguirla, dentro de mis ojos lo hacía, mientras un escalofrío recorría mi cuerpo por tener que dejar de soñar y volver a la espeluznante realidad.

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